Si en Inside Out se adentraba en el cerebro de los seres humanos, en Soul Pete Docter busca en el alma para construir una historia que funde música y sueños, en la primera película de Pixar con un protagonista afroamericano, que es una nueva joya de estos estudios de animación.
Quizás le falta la irreverencia de Toy Story, la perfección de Wall-E, la magia de Coco o el humor de Los Increíbles, pero Soul es un gran compendio de los 25 años que lleva Pixar revolucionando el mundo de animación.
Preciosista hasta en el más mínimo detalle, Soul completa el estudio del interior de las personas que Docter comenzó en Inside Out y lo hace en clave existencialista, tratando de responder a una de las preguntas clave de la humanidad: ¿cuáles son las razones de identidad de cada ser humano?
La respuesta es la que busca Joe, un músico dedicado a la enseñanza que por fin consigue su gran oportunidad, actuar en un club de jazz acompañando al piano a la cantante Dorothea. Pero surge un pequeño obstáculo: se muere.
Cuando se ve en la escalera que le lleva al cielo, hace lo imposible por regresar a la Tierra, pero acaba en el ‘Great before‘, el lugar en el que las nuevas almas reciben sus personalidades antes de nacer como seres humanos.
Dos mundos muy diferentes, el colorista y vertiginoso Nueva York en el que vive Joe y el paisaje de nubes azules y rosadas en el que se mueven las blanquecinas almas mientras esperan encontrar la chispa que complete sus características.
El contraste entre ambos mundos es evidente y no solo por los colores. La música, las voces y hasta el ritmo de la narración es completamente diferente, hasta el punto de que parecen dos películas vinculadas por un solo personaje.
Pero son precisamente esas diferencias las que dotan a la película de una unidad difícil de entender sólo con el planteamiento inicial.
Fuente informativa: LatinUS
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