“Me equivoqué, pensé que prevalecería la razón”, así sentenció uno de los 8 jueces que informaron sobre su renuncia a la Suprema Corte de Justicia. Tras la polémica reforma judicial y varios ataques directos por parte de la administración en el poder, los ministros han decidido irse.
Se veía venir. A pesar de que sus defensores afirman que la reforma va a contribuir a detener la corrupción en el poder judicial, resulta difícil pensar esto al ver que la propuesta es que los jueces sean elegidos por voto popular y que haya un “tribunal disciplinario” que los vigile e incluso los destituya.
Más de 500 recursos legales se han presentado en contra de la reforma, etiquetas de autoritaria e inconstitucional y diversas opiniones en contra de lo que parece ser, a ojos de muchos, un intento por ostentar todo el poder, por eliminar todos los contrapesos. Incluso Estados Unidos ha levantado las cejas ante la reforma y, en algo que no es usual, ha pronunciado abiertamente su preocupación por el riesgo que ellos consideran que esto representa para la democracia en México.
Las renuncias ¿son una declaración política? No. Son una respuesta, es un revés, un mecanismo de defensa. Muchos de los ministros expresaron en sus cartas que es una manera de defender su dignidad y, sobre todo, de mostrar “congruencia y respeto al texto constitucional que hoy nos rige”, como lo expresó Norma Piña en su misiva.
Hay que decirlo, no es solo un mecanismo de defensa para ellos mismos, es el último intento por defender el sistema judicial como lo conocemos hasta ahora. El último recurso. Es necesario que ocho de once jueces aprueben una resolución que está en pláticas, esta iniciativa en formación aún, pretende invalidar elementos clave de la reforma judicial y, aunque mantendría la elección popular de los magistrados, estaría impidiendo otros puntos esenciales de cambio en el poder.
Aunque no sabemos a ciencia cierta cómo acabará esto, lo cierto es que hay un conflicto claro entre el poder judicial y el ejecutivo. Y no es para menos, basta con decir que ninguna democracia moderna ha siquiera intentado lo que plantea la reforma judicial y es el motivo también de que inversores y otros países levanten sospechas sobre el estado de la democracia en el país.
“No imaginé un escenario como el actual” se lee en una de las cartas de renuncia, y la verdad es que nadie, nadie imaginaba que no solo el poder judicial sino la democracia en México, tal y como la conocemos hasta ahora, este a punto de cambiar a un escenario sin precedentes o antecedentes aquí ni en ninguna parte del mundo.
Ojalá que los que defienden este cambio, con el tiempo, no queden del lado equivocado de la historia como los que cometieron un error que será difícil revertir y que traerá muchas consecuencias para todos.
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