En abril del 2009, se declaró a la influenza AH1N1 una pandemia, la cual afectó a México y dejó cientos de muertos, personas contagiadas y perdidas económicas de varios millones de pesos.
Hoy, el mundo se encuentra ante el virus COVID-19 que inicialmente se conoció como coronavirus, y al que la OMS ha considerado como potencialmente pandémico. En México, éste fin de semana se tuvieron 4 casos confirmados, todos producto de viajes al extranjero de los infectados.
Para las autoridades, su prioridad es detectar los casos a tiempo, aislar a los pacientes, rastrear los contactos, proporcionar atención clínica de calidad, prevenir los brotes en los hospitales y evitar la transmisión comunitaria.
En el 2009, el banco Mundial prestó a México 205 millones de dólares para atender la crisis generada; hoy no se tiene una dimensión exacta de la preparación que México posee, para evitar se genere una nueva emergencia médica; porque no se saben ni detalles, ni montos, ni responsables concretos, como incluso Estados Unidos ya lo tiene.
El actual presidente, ha dicho que este nuevo virus no es tan grave y que no puede compararse con la influenza, mencionando también que en el 2009 se exageró con las medidas tomadas para prevenir la transmisión.
Llama la atención la postura del gobierno federal, porque en lugar de brindar calma a la población, dando información confiable y transparente; han desarrollado un discurso en donde se minimiza el problema y pareciera que una vez más, servidores públicos federales inexpertos, serán los que acaben tomando decisiones, aún en contra de recomendaciones de la OMS.
Lo más importante, según lo han dicho expertos en el tema, es no alarmarse, no realizar compras de pánico; extremar medidas de higiene, como lavarse frecuentemente las manos, evitar tocarse la cara, desinfectar superficies, y cubrirse al estornudar o toser.
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