José Luis Camacho Acevedo
La marcha celebrada ayer en la CDMX, encabezada por el presidente López Obrador, recuperó para Morena la figura de su líder social.
La marcha no es un evento para medirse por su asistencia y menos para compararla con otras recientes.
En principio fue para ver la resistencia física del primer mandatario. Una resistencia física que sus malquerientes, personajes a los que el político de Macuspana gusta llamar escenográficamente sus "adversarios", han cuestionado hasta convertirla en un asunto de seguridad nacional, seguirá siendo un elemento de debate en el desarrollo de las actividades electorales que ya están en su despegue definitivo.
López Obrador aguanta esa marcha y otras que pudieran venir sin que exista el riesgo de que se conviertan en un elemento disruptivo del acontecer nacional.
Políticamente medida, la marcha de ayer fue un ejercicio de resistencia después de todo el fuego mediático que, sobre todo en los meses recientes, ha sido lanzado sobre la figura presidencial.
Es imposible que uno deje de considerar que al primer mandatario se le tiene que tomar el pulso de acuerdo a la expresión lo popular manifiesta en caricaturas o memes, como ejemplos de un sentir ciudadano inocultable y no solo en las amorfas mediciones de sus niveles de aceptación.
Para el presidente López Obrador la marcha representó un reto de resistencia en la calle.
Y, sin duda, de el evento de ayer en particular salió airoso.
La pregunta es si cómo líder social ampliamente reconocido, será capaz de trasladar ese reconocimiento a los que serán sus candidatos en el año 2024.
Existe la versión de que López Obrador pudiera pedir licencia a su cargo de presidente para apuntalar las campañas del 2024. Especialmente la de quien resulte ser su candidato o candidata a la presidencia.
Se inició pues, en una fecha por demás cabalística que casi coincide con el inicio formal del proceso 2024.
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