Estábamos mejor, cuando creíamos que estábamos peor.
Aquella Confederaciones del 2005 puso en el mapa a todo un plantel mexicano que vería a su primera camada de exportación para las mejores ligas de Europa.
A Rafael Márquez, Nery Castillo y Gerardo Torrado, se le sumaron Ricardo Osorio, Carlos Salcido, Andrés Guardado, Francisco Javier Rodríguez, Pavel Pardo, Jared Borgetti, Omar Bravo, Guillermo Franco, Francisco Fonseca, y quizá alguno que por ahí se me esté escapando.
Además, ya los hermanos Dos Santos y Carlos Vela estaban en las inferiores más importantes del mundo: Barcelona y Arsenal.
Las condiciones entonces estaban dadas para vivir una época dorada con Selección Mexicana, porque tendríamos que añadir al contexto el mundial infantil ganado en 2005 por aquel recordado equipo de Jesús Ramírez en Perú.
Lo que tanto reclamaban los expertos como requisitos para dar el salto de calidad, estaba por fin puesto: Un proceso desde infantiles, y jugadores en Europa.
Entonces sucedió. El relevo de Ricardo Antonio Lavolpe fue el detractor del proceso. El hombre que día a día señalaba las áreas de oportunidad del equipo y que aprovechaba cada tropiezo para ir a la yugular: Hugo Sánchez. Hugo tomó el trabajo de Ricardo, lo hizo bolita y lo encestó en un bote de basura.
Aunado a esto, de todos los jugadores en Europa: Nery, Torrado, Bravo, Fonseca, Vela y Dos Santos sufrirían en ese ciclo para ver minutos en sus respectivos equipos.
¿El balance del proceso comprendido de 2006 a 2010? Se vieron 3 técnicos distintos a cargo, se empató vs Sudáfrica y se perdió categóricamente contra Uruguay y Argentina, teniendo como única victoria un importante partido vs Francia, que penosamente no fue representativo del balance general. Se venía de pelear en el proceso anterior a muerte y de marcadores justos vs Argentina, Portugal, Alemania y Brazil en Copa América, Copa Confederaciones y Mundial y de calificar con una generación más modesta a juegos olímpicos, para después ser barrido por Argentina en Copa América 2007, perder la Copa Oro vs Estados Unidos, no ir a Confederaciones y no asistir a a Juegos Olímpicos (todos fracasos en manos de Hugo como timonel del equipo mexicano).
Vino el ciclo 2010-2014 y de nuevo, 3 técnicos titulares durante el proceso, y, mucho más dramático: Un técnico puesto exclusivamente para disputar un repechaje e inmediatamente jugar la Copa del Mundo.
El equipo jugó bien, y sucedió en el 11 titular de aquella Copa del Mundo un suceso que vale la pena analizar: Javier Hernández venía de un extraordinario ciclo con Manchester, sin embargo, un poco a la baja por falta de minutos en comparación con su primer temporada. Miguel Herrera tenía entre Oribe Peralta, jugador de América, y Javier Hernández, jugador del Manchester United, la decisión del acompañante al ataque de Giovani Dos Santos, un hombre de Selección que llegaba como titular indiscutible en el esquema de dos puntas de Miguel Herrera.
¿Qué sucedió? No alineó el hombre que traía un proceso desde selección infantil, no alineó el joven que salió de México como campeón de goleo para pasar a Manchester y sentar a Berbatov, alineó el que venía de una larga carrera (hasta jugando en Ascenso) y un tardío despunte, el hombre que durante ese ciclo se rompió el alma por darle vida al equipo: Oribe Peralta.
Y es que el fútbol no está en los encabezados.
"¿Cómo no va a jugar Javier, si no es lo mismo ser titular en América que pelear el puesto vs Van Persie, Falcao Rooney y Owen y de repente ver minutos?"
El tema es que, cuando el árbitro pita el inicio del juego, y durante toda la eliminatoria, Oribe arrancaba los partidos con la confianza de ser el mejor mexicano de la liga, mientras Javier encaró la eliminatoria con el contexto de que cada fin de semana sumaba 25, 15 y 10 minutos, si bien le iba. Cada semana, durante la gran mayoría del tiempo de Javier en Europa, alguien más le demostró que precisamente el fútbol mexicano no está entre las mejores 8 escuelas del mundo. Salvo su primera temporada con United, y sus primeras dos en Leverkusen, Javier vio mucho más minutos desde la banda, que dentro del rectángulo, y en el 2014, vs Oribe Peralta, Javier repitió el patrón. ¿Qué tal alto es el precio de persistir en donde no ves minutos? Insisto, cuando el árbitro pita, son 11 vs 11, y la confianza juega más que el encabezado del periódico que presume tu pertenencia al Manchester United.
Terminaría entonces aquel mundial de 2014 con sensaciones similares a las que dejó el de 2006. El equipo le ganó a Camerún y Croacia, le empató a Brasil en casa y llevó a Holanda hasta el límite. La selección mexicana volvía a la escena competitiva.
Esta vez no se cometería el mismo error del 2006 y Miguel Herrera continuaría con miras a Rusia 2018.
Entonces, también sucedió: Miguel Herrera, al estilo de Miguel Herrera, empezaría a ser rebasado por la presión del puesto, y, a la primera turbulencia, un desafortunado suceso lo apartó del timonel. Así como le acaba de suceder hace unas semanas en Tigres, así, mareado en su ladrillo, cometería una indisciplina que nos dejaría a la deriva una vez más.
Sería el turno de Juan Carlos Osorio. Un proceso de claro oscuros casi increíbles. Por un lado, la excelente eliminatoria rompiendo largas rachas de no ganar en Estados Unidos, Salvador y Canadá para calificar gateando a la Copa del Mundo, y, por otro, el espantoso balance de juegos a matar o morir vs las potencias Chile, Alemania (Confederaciones), Suecia y Brasil en Copa América, Confederaciones y Mundial, con un saldo de 1 gol a favor y 15 en contra. Buenas eliminatorias y fases de grupos, pero desastrosos juegos de eliminación, incluyendo el de Suecia que era de vida o muerte en la fase de grupos de Rusia.
Una vez más, de venir haciendo un mundial digno en 2014, retrocedimos a ser goleados por las potencias.
Y aquí estamos. Rompiendo esta racha de tener al menos una buena y una mala Copa del Mundo. ¿O no?
A estas alturas, México y Osorio llevaban 6 puntos para jugar vs Suecia la última fecha. El optimismo estaba al mil, pero cerraríamos el mundial con 5 goles recibidos y 0 anotados en los dos últimos juegos.
Esperemos que este mundial tenga una historia similar, pero a la inversa. Aunque, sinceramente, no se ve por donde.
Sumaríamos entonces nuestro segundo mundial consecutivo sin plantar cara. Ya ni siquiera se juega como nunca para perder como siempre. Tenemos dos procesos quedándonos simplemente con el amargo sabor a derrota.
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