José Luis Camacho Acevedo
El tramo final del proceso electoral que vive México, presagia automáticamente, el final de la era política de Andrés Manuel López Obrador.
Muchas son las especulaciones de que el político de Macuspana pretende instaurar un Maximato a costa de una muy probable presidenta como lo sería Claudia Sheinbaum.
Eso en los tiempos globalizados que vive el mundo, es algo no solo difícil, sino prácticamente imposible si en un superficial análisis de los conflictos que existen en las más diversas regiones del planeta, permitirán que un país como México, que tiene tres mil kilómetros de frontera con una de las tres potencias en pugna (obvio, los Estados Unidos) se den el lujo de enrarecer más el panorama político, económico y bélico de la Tierra.
Como político vigente llegó sin duda el tiempo final de López Obrador.
Claudia Sheinbaum, ya sentada en la Silla del Águila, no será la mansa paloma que todavía como de la mano del mesías.
Y qué decir de una Xóchitl Gálvez triunfadora el 2 de junio próximo.
En ese supuesto. El de Xóchitl presidenta, el destino de AMLO no puede ser solamente el destierro político, sino incluso estará en la trágica tesitura de vivir la misma experiencia que hoy padece Genaro García Luna.
Ya el tercer debate, como dijo la clásica de Tlalpan, es solamente un trámite.
El aparato puede dar un vuelco definitivo a favor de Sheinbaum en los resultados del dos de junio.
Xóchitl no tiene ni el equipo ni el dinero para lograr una movilización de simpatizantes como la tendrá Claudia el día D.
Se vienen los finales: el de las campañas presidenciales, el de la era autocrática de López Obrador, y el del México que todavía está inmerso en los vaivenes de la geopolítica mundial en guerras bélicas y económicas.
¿A poco AMLO pensaba que todo eran tacos de chipilín?
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