Estar dispuesto a ayudar a quien lo necesita, estando a su lado, es un acto bello y sublime. Es estar presente con una noble actitud altruista.
Cuando un familiar está enfermo o indispuesto, requiere de muchas atenciones y eso exige que alguien esté al pendiente, de todo cuanto se requiere.
El problema, es que no cualquiera tiene el tiempo y las ganas de hacerlo, es la santidad que poseen sólo unos cuantos. Y a ellos hay que reconocerles su gran generosidad. La que sí es de a de veras. No como muchos que dan lo que les sobra o solo una pequeña rebanadita de su tiempo.
Saber estar con alguien, no es tampoco fácil, se requiere de paciencia, sensibilidad y tolerancia. No como muchos, que pronto se desesperan o de plano se la pasan regañando y quejándose de todo cuanto les molesta.
De aqui la importancia de reconocer y valorar a quienes sí saben acompañar, tanto en las malas como, desde luego, en las buenas. Que, para ésto último si suele haber muchos dispuestos.
El espíritu de ayuda, es muy elevado en los que si lo saben hacer bien, es un razgo de su personalidad, tienen una mayor madurez para desprenderse de sí mismos y poder concentrarse en atender a los demás. Hasta cierto punto, son sensibles, equilibrados y poseen menos ansiedad y angustia, que muchos otros de la familia.
Si tienes a un familiar así, cerca de ti, eres una persona privilegiada, se muy agradecido y reconoce su esfuerzo y compañía, a pesar de que pueda cometer errores y no haga las cosas como tú quisieras. Quien te acompaña y ayuda en los momentos que más lo necesitas, es ya un gran regalo. Aprovéchalo y disfrútalo. Y cuando tengas oportunidad, haz un sacrificio y acompaña a un familiar cercano, aunque no te nazca, de eso no te arrepentirás. Pero si, de nunca haberlo intentado.
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