Aunque parezca extraño, fácilmente somos productores de nuestros propios fantasmas y además inventamos todo tipo de monstruos, que nos generan multitud de miedos.
Nos asustamos con lo que nosotros mismos nos inventamos. Creamos una variedad de espectros que sólo están en nuestra mente.
La imaginación es muy útil para crear, sobre todo en las ciencias y en las artes, para resolver todo tipo de problemas; pero se convierte en una fuente nefasta de sufrimiento cuando nos inventamos preocupaciones y amenazas ficticias.
Sumar miedo e imaginación, es garantía de crear una película de terror que va a estropear tu calidad de vida. Así que más vale que no las mezcles.
Los fantasmas no existen, sólo están en tu mente. Creíste ver lo que tus ojos no logran percibir. Y si te aferras a lo irreal, de seguro te has quedado atrapado en tus fantasías infantiles.
Por ello mismo, que no se te ocurra tenerle miedo a la bruja que sale del closet, o al demonio que se esconde debajo de tu cama. La mayoría de tus miedos son producto de tu imaginación. Una mente infantil que aún está atrapada en tu interior y que no te deja madurar.
Las momias, los zombies, los diablos y todos los hechizos están en tu mundo mágico, aún sigues creyendo en cuentos infantiles que te quitan el sueño y hasta acabas sudando de espanto con pesadillas.
El fracaso, la sensación de derrota, la tristeza, el empeño por acariciar el pesimismo y la vida tóxica, son tus actuales fantasmas, que tu mismo te has inventado.
Si deseas mejorar tu calidad de vida neurótica, es indispensable ocupar tu imaginación en crear situaciones productivas y agradables, en vez de tu mismo estarte atormentando y asustando con tus tétricos fantasmas del pasado y peor aún a los del futuro.
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