José Luis Camacho Acevedo
Muchos parabienes y felicitaciones por todas partes a Hugo Concha por su designación como nuevo abogado general de la UNAM, pero lo cierto es que el personaje tiene un reto monumental enfrente: quitarse de encima el estigma del Instituto de Investigaciones Jurídicas, cuando fue Mónica González, la hija del ex panista y ex perredista, Jesús González Schmall, quien lo impulsó y lo levó a convertirse en el consejero legal del rector.
Durante toda su gestión al frente de la UNAM, Enrique Graue ha optado por asesorarse, en los engorrosos pero inevitables temas legales, de las mentes brillantes del Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Los resultados están a la vista: Su primera abogada general, la propia Mónica González, salió corriendo cuando el combate a la violencia de genero le estalló en la cara y las encapuchadas casi incendian el campus universitario. Después llegó Alfredo Sánchez Castañeda, quien evidenció su incapacidad al nunca poder encontrarle la cuadratura al caso de plagio de la ministra Yasmín Esquivel.
Ahora llega otro investigador con el sello de Jurídicas. Hugo Alejandro Concha Cantú tiene buen cartel, buen trato y hasta don de gentes dicen algunos, aunque carece de experiencia operativa en el trabajo de litigio según se advierte en su currículum. Su sello del clan Jurídicas parece darle confianza a un rector que, aunque ya va de salida, ha decidido refrendar su confianza en los investigadores.
Veremos cómo lo hace el nuevo abogado general de la UNAM, quien ya tiene, como primera misión, tratar de subsanar las deficiencias del caso de despido que Alfredo Sánchez Castañeda, un especialista en Derecho Laboral, abrió contra su propia amiga, Martha Rodríguez Ortiz, otra laboralista, a consecuencia del affaire Esquivel. Nada más falta que sea Hugo Concha quien pague los platos rotos de una sentencia laboral que absuelva y reinstale a la asesora de tesis, porque Sánchez Castañeda una vez más, hizo mal su trabajo.
En la UNAM se están gestando tres grandes batallas. La más importante es la influencia de los personajes relevantes de la máxima casa de estudios en la sucesión presidencial. Después se viene la sucesión del Rector Enrique Graue quien antes debe salvar el prestigio de la institución en el espinoso caso de la ministra Yazmín Esquivel.
Y finalmente, la UNAM tiene que ser la bandera de la defensa e las autonomías de las instituciones de educación superior, quienes pueden verse amenazadas por la corriente del actual régimen a la que disgustan todos los organismos independientes o autónomos.
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